¿Quemarán la bandera mexicana en las calles liberadas de Cuba?
Fredo Arias King
El autor es sovietólogo (Harvard, 1998), miembro vitalicio de la academia de sovietología, fundador de la revista académica Demokratizatsiya: The Journal of Post-Soviet Democratization, y autor del libro Transiciones: Las Lecciones de Europa del Este (CADAL, 2005). También fue consejero de las campañas presidenciales de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Originalmente se me invitó a hablar sobre el impacto del crimen organizado mexicano sobre una transición en Cuba. Sin embargo, me permito ampliar el tema de hoy porque la respuesta a este tema original es muy simple. Si los reformadores en un nuevo gobierno cubano hacen tres cosas, disminuirán las oportunidades para el crimen organizado, tanto mexicano como doméstico. Esto, en base a las experiencias de Europa del Este.
Primero, reformar a las estructuras policíacas, especialmente la policía política. Este será el principal foco de crimen organizado si su transición es a la rusa o a la mexicana.
Dos, como el crimen organizado se tiene que alimentar de algo, la Cuba nueva debe liberalizar la economía, cuidar de no tolerar distorsiones, monopolios, privilegios artificiales, etc. Este tipo de distorsiones económicas anti mercado, explica gran parte del enriquecimiento rápido de la mafia rusa y de otros países, que terminaron por controlar al Estado.
Tres, cooperar lo más cercanamente posible con Estados Unidos, a la Alvaro Uribe, sin los complejos usuales que tenemos acá.
Los países en Europa del Este que hicieron estas reformas, principalmente Estonia y la República Checa, pudieron mejor resistir las presiones del crimen organizado doméstico pero también el ruso. Los países que por el contrario no hicieron alguna o las tres de estas reformas, sufrieron y sufren las consecuencias y patologías, que terminaron pagando los ciudadanos comunes.
No cabe ninguna duda que Cuba será libre, ya que el presente régimen no puede desafiar la ley de la gravedad indefinidamente. Pero eso no es el debate. El problema es si esta Cuba libre cae del lado de Nicaragua, Ucrania, México, o si caerá del lado de los países exitosos en su transición, el principal de los cuales ha sido, hasta la fecha, la Alemania de Konrad Adenauer y Ludwig Erhard, seguido por otros ejemplos ilustres.
México siempre ha tenido una importante influencia sobre Cuba, y vice versa. Para no ir más lejos que José Martí y su amor por el país. México también le dio asilo a Fidel Castro y sus secuaces, y el jefe de nuestra policía política de aquél entonces hasta ayudó a organizar y financiar la expedición del Granma hacia la isla. Por otro lado, algunos descendientes de Carlos Manuel de Céspedes se refugiaron y hasta nacieron en México. También jugó México un papel complejo y duplicito entre Estados Unidos y Cuba durante la Guerra Fría, según revelan los archivos desclasificados de aquella época.
¿Qué papel jugará México en la transición cubana?
Para empezar, hay que constatar que México no será uno de los principales actores foráneos en dicha transición. Este honor será, por mucho, de Estados Unidos, para bien y para mal. Venezuela y sus aliados obviamente intentarán de influir también. México, si acaso, estará en un distante tercer lugar—aunque mucho obviamente depende de quién esté gobernando a México en ese momento mágico.
México desafortunadamente perdió la oportunidad de jugar un papel proactivo en el nacimiento de una Cuba nueva. Esto contrasta con varios otros gobiernos, incluyendo en países centroamericanos mucho más vulnerables que México a las presiones de la Habana y Caracas. Cómo se han comportado hacia Cuba nuestros líderes, especialmente estos últimos once años, es una vergüenza nacional y una cicatriz con la que tendremos que vivir.
El Presidente Calderón hace poco admitió que él y su partido habían cometido errores políticos.
Creo que los gobiernos emanados del PAN no cometieron errores, sino más bien crímenes políticos.
En las dos áreas de las que me pidieron hablar —crimen organizado y política exterior— el PAN condujo una transición auto-agresiva que terminó costándole pero especialmente a México.
El gobierno de Vicente Fox rehusó reformar las policías políticas del previo régimen y hasta puso a operadores de las partes más nocivas del pasado a cargo de estas. Sólo en la cima de esta pirámide podrida pusieron a algunos panistas y —¡oh sorpresa!— ya se han perdido tres Secretarios de Gobernación panistas en “accidentes” aéreos.
Justo al principio de la transición hace una década invité, y la KAS nos dio el honor de traer, a Wolf Poulet, un experto en el parlamento alemán sobre las reformas a los servicios secretos de la colapsada Alemania del Este. La disolución de la Stasi y la formación de una comisión especial en el Bundestag a cargo de Joachim Gauck fueron facilitados por la experiencia exitosa de la Alemania de Occidente en la des-nazificación. Poulet nos hablaba en gran detalle sobre estas reformas, pero como es usual, México no fue buen alumno.
Ya me imagino lo que hubiera sido de Alemania sin la des-nazificación y la des-stasificación. Es como si Helmut Kohl en 1989 y 1990 hubiera llegado a acuerdos turbios con Mielke, Honecker y Krenz para dejar estas estructuras intactas. Pero esto es lo que aparentemente sucedió en México. Los que luchamos por esa transición (digamos, el Neues Forum mexicano), luego nos enteramos que Fox sostuvo reuniones privadas durante su campaña en 1999 y 2000 con el sinónimo del matrimonio entre el partido único, policías políticas y crimen organizado —Luis Echeverría, presidente de México entre 1970 y 1976.
En México obviamente nuestras redes emanadas del previo régimen no son tan peligrosas como en Alemania. Pero lo que sí, es que estaban coludidas con el crimen organizado y se crearon para mantener al PRI-sistema en el poder. Al no reformar estas redes desde un principio permitieron que se fortalecieran y ahora vemos los resultados.
En la política exterior, el PAN le dio cabida no a sus excelentes internacionalistas, de los cuales Ivan Cortés, quien acaba de hablar ante Uds., es uno de diez aproximadamente, sino a arrivistas en el mejor de los casos, y en el peor, agitadores que habían estado coludidos con el régimen cubano y sus diseños geopolíticos. Poulet también nos dijo, y cualquier experto en transiciones te puede constatar, que un partido reformador necesita desarrollar sus cuadros. Sin embargo, el PAN hizo lo posible por desperdiciar su capital humano y seguir una política exterior contraria a lo que uno esperaría de este partido dada su filosofía y su historia. Lo difícil que fue convencer al presidente del PAN de aquellos tiempos de recibir a Oswaldo Payá, el haber sacado puerilmente al país del Tratado de Río, los elogios y abrazos que el Presidente Calderón le da a Chávez y a los Castro, son unos de varios pequeños y grandes episodios que calumnian no sólo a Cuba sino a México.
Si bien la exportación mexicana de su crimen organizado puede ser un factor nocivo para una nueva Cuba, más aún será este modelo de transición gradual, co-optado, defectuoso, cobarde. El crimen organizado será un sub producto de este tipo de transición.
En este escenario, a las redes del previo régimen cubano se les permitirá seguir en el poder real, se quedan con lucrativos monopolios, ya sea solos o en sociedad con cubanos ricos en el exilio o intereses opacos extranjeros, así marginalizando a los liberales y luchadores de derechos humanos en la isla.
Venezuela, para asegurarse de que la transición en Cuba sea lo más parecido a la de Nicaragua en 1990, no necesita usar la fuerza. Simplemente el poder corrompedor de sus petrodólares es suficiente.
Rusia, sola y a través de sus aliados en la Unión Europea, también se movilizará para lograr este resultado sub optimo para Cuba pero favorable para sus intereses. No se sorprendan si un nuevo gobierno cubano sin explicar porqué simplemente le otorga las concesiones de exploración de hidrocarburos a un consorcio ruso-francés.
En México, intereses opacos también son los que influirán en la política oficial mexicana hacia Cuba —y esto irá más allá de funcionarios como Jorge Castañeda militando no sólo a favor de la parte “iluminada” de la nomenklatura se mantenga en el poder, sino, por razones obvias para él, que no salgan a la luz ciertos archivos de Seguridad del Estado.
Lo que parecerá como constructiva inversión extranjera directa puede acabar siendo un caballo de Troya para la democracia cubana. Si la potencial inversión mexicana se limitara a compañías como Cemex, Bimbo, El Fogoncito o Cervecería Cuauhtemoc, entonces qué bien para ambos países.
Sin embargo, lo que vislumbro es que entidades como Televisa y Telmex también empujarán para dominar la apertura en Cuba en sus respectivos sectores. Siendo productos del matrimonio entre los negocios y la política, nacidos y alimentados por el sistema priísta y mantenidos por el panista, ellos saben jugar esto mejor que nadie. Si se les permite enquistarse en Cuba y replican su modelo de captura de Estado que han hecho exitosamente en México —neutralizando jueces, agencias regulatorias y periodistas; doblegando a presidentes y legislaturas; financiando partidos en todo el espectro político; escribiendo las leyes que los regulan; intimidando a competidores— entonces sufrirá no sólo el consumidor cubano, al igual que el mexicano, sino que su democracia también.
Este obviamente es un problema menor comparado con la influencia sobre Cuba del pequeño imperio que han creado los hermanos Castro y Hugo Chávez en la región, o de las inversiones que regresarán de las Islas Caimán a comprar sectores estratégicos en la Isla, incluyendo a sus nuevos políticos. Para resistir esto, Cuba necesitará verdaderos héroes.
Como hemos visto, la Cuba verdadera, la Cuba democrática, hoy tiene muy pocos amigos en este mundo—pero los tiene.
Si las cosas van bien, Cuba debe acercarse más los modelos económicos de estos amigos—Estados Unidos, Chile, Polonia, República Checa, Estonia, Taiwán, que, aunque no perfectos, sufren de menos patologías que las alternativas. Lo que sí, es que son menos agresivos que las alternativas también desafortunadamente.
Si Cuba tiene una transición modelo, podemos ver un escenario donde Cuba desacredite el ala más estalinista de la izquierda mexicana o la obligue a reformarse para poder seguir compitiendo electoralmente. Una vez que los crímenes del régimen se den a conocer, al igual que sucedió con las izquierdas europeas y el nacimiento de los Eurocomunistas una vez que Nikita Jrushov reveló y condenó los crímenes de Stalin, podemos ver un impacto similar en México y en el resto de la región.
Por eso les pido que no quemen la bandera mexicana en Cuba —como quemaron las banderas rusa y china en las calles de Benghazi y luego de Tripoli recientemente— no sólo porque la bandera tricolor también representa lo positivo para Cuba en México, como René Bolio, Cristián Castaño, Carlos Salazar, el mismo Iván, entre otros activistas que han luchado sin cuartel por la nueva Cuba, sino también porque hay otras y más iluminadas formas de lograr purgar la mala vibra de lo que les hicieron las élites mexicanas. Recuerden que estos mismos políticos y oligarcas mexicanos que dañan y dañarán a Cuba, también han dañado a México.
Así que en vez de la bandera, lo que sí deben quemar en las calles de una Cuba liberada es el modelo de transición a la mexicana. Lo harán con alegría, con valor, con empeño, sin rencores ni odios, y luego con prosperidad. Cuba a unos años de su transición puede terminar por establecer un nuevo paradigma para Latinoamérica, ser la inspiración para las muy sitiadas fuerzas liberales del resto del Hemisferio. Y esto sellará el legado que Martí quería para nuestro bello pero sufrido México.
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